07 mayo 2007

Entrañas: vísceras trasnochadas

Apuntaba buenos propósitos y yerra el tiro. “Entrañas”, la propuesta de Titzina Teatro que se representó el viernes en la Casa de Cultura, aborda un ambicioso propósito pero con un resultado bastante mediocre.

Resulta valiente, casi una inconsciencia, atreverse a estas alturas a representar y --más todavía-- escribir una nueva obra teatral cuyo fundamento es la guerra y el sufrimiento humano. Titzina Teatro se mete en el berenjenal y se propone hablar en el escenario sobre la guerra como hecho social que se repite a lo largo de la historia, sobre sus causas y su imparable desencadenamiento. Para ello la compañía viajó a Sarajevo y mantuvo contacto con refugiados del conflicto de Bosnia, al igual que en EE.UU. dialogó con veteranos de la guerra mundial.

No obstante, tan largo periplo se salda con una historia centrada en la Guerra Civil española
de manera que un viaje físico, pero también emocional, nos muestra cómo la herencia de un enfrentamiento entre vecinos y hermanos puede reaparecer setenta años después. La recuperación y mirada hacia atrás se escenifica de la mano de la protagonista del montaje, post-transición, cuando era necesario explicitar historias calladas durante tanto tiempo. Sole (Laia Martí), una joven embarazada que en la consulta médica se da cuenta de que no sabe nada de sus abuelos.

Martí lo hace muy bien y de manera convincente, no así sus dos compañeros sobre el escenario, Pako Merino y Diego Lorca, que, como fundadores de la compañía, se guardan interpretaciones variopintas a todas luces excesivas para tan pocos registros. Ambos coautores del texto, se han decidido por una suerte de escenificación de la recuperación de la “Memoria Histórica”, pero de una forma maniquea y simple que da argumentos a los partidarios del olvido y el carpetazo final.

Eso sí, el grupo se desenvuelve mucho mejor en los apartados técnicos: la breve escenografía es eficaz y los momentos más inspirados son aquellos en los que el ambiente onírico permite ráfagas de gran belleza estética. Sin embargo es de lo poco moderno que se pudo ver el viernes, todo lo demás --temática, tratamiento, personajes,…-- nos recuerda al teatro amateur

Realizar ese recorrido por el conflicto armado, cayendo una y otra vez en estereotipos geográficos e ideológicos (véase la dicotomía entre Cataluña y Castilla que se muestra), queda finalmente en un encadenamiento de tópicos que no requerían de tanta preparación como nos tratan de vender.

En suma, hay que lamentar el resultado final de esta propuesta, necesaria en estos momentos de revisionismo pero cuya realización consigue despertar una sonrisa condescendiente en los espectadores (escasísimos en la Casa de Cultura), no precisamente por el humor derrochado.

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