27 abril 2006

Nosotros los ochenteros

El objeto de este texto es la de reivindicar una generación, los 80, de todos aquellos que nacimos en los 80 (un par de años arriba, años abajo), la de los que estamos currando de algo que nuestros padres ni podían soñar, la de los que vemos que el piso que compraron nuestros padres ahora vale 20 o 30 veces más, la de los que estaremos pagando nuestra vivienda hasta los 50 años.

Nosotros no estuvimos en la Guerra Civil, ni en mayo del 68, ni corrimos delante de los grises, no votamos la Constitución y nuestra memoria histórica comienza con las olimpiadas del 92. Aunque no nacimos en una dictadura, siempre hemos tenido una conciencia democrática y la serie Cuéntame nos parece que es una mierda que hace apología del franquismo.

Por no vivir activamente la Transición se nos dice que no tenemos ideales y sabemos de política más que nuestros padres y de lo que nunca sabrán nuestros hermanos pequeños y descendientes. Somos la última generación que hemos aprendido a jugar en la calle a las chapas, la peonza, las canicas, la comba, la goma o el rescate y, a la vez, somos la primera que hemos jugado a videojuegos, hemos ido a parques de atracciones o visto dibujos animados en color. Los Reyes Magos no siempre nos traían lo que pedíamos, pero oíamos (y seguimos oyendo) que lo hemos tenido todo, a pesar de que los que vinieron después de nosotros sí lo tienen realmente y nadie se lo dice.

Se nos ha etiquetado de generación X y tuvimos que tragarnos “bodrios” como: Reality Bites, Melrose Place o Sensación de Vivir ( te gustaron en su momento, vuélvelas a ver, verás que mierda). Lloramos con la muerte de Chanquete, con la puta madre de Marco que no aparecía con las putadas de la Señorita Rottenmayer. Somos una generación que hemos visto a Maradona hacer campaña contra la droga, que nos reímos de un anuncio que decía que si el Madrid era otra vez campeón de Europa, que durante un tiempo tuvimos al baloncesto como el primero de los deportes.

Hemos vestido vaqueros de campana, de pitillo, de pata de elefante y con la costura torcida; nuestro primer chándal era azul marino con franjas blancas en la manga y nuestras primeras zapatillas de marca las tuvimos pasados los 12 años.

Entramos al colegio cuando el 1 de noviembre era el día de Todos los Santos y no Halloween, cuando todavía se podía repetir curso, los últimos en hacer BUP y COU, los pioneros de la ESO Hemos sido las cobayas en el programa educativo, somos los primeros en incorporarnos a trabajar a través de una ETT y a los que menos les cuesta tirarnos del trabajo… Siempre nos recuerdan acontecimientos de antes que naciéramos, como si no hubiéramos vivido nada histórico.

Nosotros hemos aprendido lo que era el terrorismo contando chistes de Irene Villa, vimos caer el Muro de Berlín y a Boris Yelsin borracho tocarle el culo a una secretaria; los de nuestra generación fueron a la guerra (Golfo Pérsico, Bosnia, etc.) cosa que nuestros padres no hicieron; gritamos "OTAN no, bases fuera", sin saber muy bien qué significaba y nos enteramos de golpe un 11 de septiembre. Aprendimos a programar el video antes que nadie, jugamos con el Spectrum, odiamos a Bill Gates, vimos los primeros móviles y creímos que Internet sería un mundo libre.

Somos la generación de Espinete, Don Pimpón y Chema el “panaderofarlopero”. Los que recordamos a Enrique del Pozo cantando con Ana (amigofeeelix…) Los mundos de Yupi y las pesetas rubias. Nos emocionamos con Superman, ET o En busca del Arca Perdida. Comíamos Phosquitos y los Tigretones eran lo mejor, aunque aquello que empezaba (algo llamado Bollycao) no estaba del todo mal.

Somos la generación del “El coche fantástico”, “Oliver y Benjí". La generación que se cansó de ver las mamachichos. La generación a la que le entra la risa floja cada vez que tratan de vendernos que España es favorita para un mundial. La última generación que veía a su padre poner la baca del coche hasta el culo de maletas para ir de vacaciones.

La última generación de las litronas y los porros, y qué coño, la última generación cuerda que ha habido. Este correo está dedicado a las personas que nacieron entre 1978 y 1990 La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir a nuestra infancia!!!!

Mirando atrás es difícil creer que estemos vivos en la España de antes: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad, sin sillitas especiales y sin air-bags, hacíamos viajes de más de 3h sin descanso con cinco personas en el coche y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas con protecciones, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, ni protectores para rodillas ni codos. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo. [yo añadiría: en nuestra época todos los productos tenían colorantes y conservantes… y mira… seguimos vivos].

Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y solo volvíamos cuando se encendían las luces. No había móviles. Pasábamos horas construyendo carros para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que habíamos olvidado los frenos. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerras de piedras y no pasaba nada, eran cosas de niños y se curaban con mercromina (roja) y unos puntos y al día siguiente todos contentos.

Íbamos a clase cargados de libros y cuadernos, todo metido en una mochila que, rara vez, tenía refuerzo para los hombros y, mucho menos, ruedas!!! Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto.

Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos y nadie se contagio de nada. Sólo nos contagiábamos los piojos en el cole. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente (o los mas afortunados con Orión)

Y ligábamos con las niñ@s jugando a beso, verdad y atrevimiento o al conejo de la suerte, no en un chat diciendo “: )” “: D” “: P”.. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si trasgredíamos alguna ley, era inadmisible, si acaso nos soltaban un guantazo o un zapatillazo y te callabas. Tuvimos libertad, fracaso, respeto, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.

Este es un texto que se va haciendo cada vez más popular en Internet, yo se lo he leído a Javi Moya..

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido amigo:

Ya conocía el texto, pero al leerlo me he vuelto a emocionar. Creo que refleja muy bien la época que nos tocó vivir; menos fácil de lo que muchos piensan, pero más bonita de lo que ellos creen.
Es la primera vez que entro en tu blog y me has cautivado, como siempre (jeje). Tienes un seguidor más.
Un abrazo desde Madrid

Fdo. El mejor profe de canción protesta del mundo ;)

Villenerías dijo...

¡Qué alegría verte por estos lares!. A ver si te hacemos esa visitica, que nos tienes embobaos con tu vida de bohemio ochentero. Mil abrazos.

Anónimo dijo...

Saludos
Acabo de toparme con este texto que ya conocía. Y ¿verdad que ha sido retocado?
Juraría que el que yo leí incluía una referencia a Tino el de Parchís y a que el profesor podía soltarte una hostia.
Te agradecería que me lo confirmaras.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Saludos al responsable.
Encuentro esta página sobre la generación de los 80 algo decaida por falta de comentarios, pero como me emociona quiero aportar algo.
Yo realmente no figuraría aquí, soy de 1975, pero creo que puedo encajar legitimamente.
Como digo nací, según mi padre, el mismo día que los jémeres rojos estaban entrando en Pom Pen (y yo he descubierto que ese día comenzaba la guerra civil en el Líbano). Franco aún vivía y tendría energías para sus últimos cinco enterados.
Pero me emociona y me siento identificado con el texto así que me gustaría añadir que:
Fuimos desgraciados un 15 de marzo de 1980 cuando supimos que "El Amigo Félix" se había estrellado en Alaska.
Tuvimos como ídolos a cantantes de nuestra edad o un poco mayores, Parchís, Regaliz o Nins fueron los mejores pero muchos apreciamos a Chispita o no encontrábamos horteras a Antonio y Carmen y su Sopa de amor.
Tuvimos programas infantiles en horario infantil, en los que aprendías sin darte cuenta y los presentadores hablaban con naturalidad,sin gritos ni aspavientos, y decían cosas comprensibles, Los Payasos, Torrebruno, María Luisa Seco. Una chica bellísima de pelo rizado y sonrisa desarmante nos enamoró y unos años después tuvimos que soportar un nudo en la garganta al saber de su fin por las drogas y el sida. Descanse en paz Sonia Martínez.
Conocimos los cines de barrio y de verano y en ellos vimos a Parchís declarar la guerra a Don Atilio que quería derribar el colegio de Don Mati, a quien cantaban Querido profesor antes de la clase.
Hoy los profesores sufren agresiones de algún alumno y se tienen que aguantar o en el mejor de los casos ni les dan los buenos días. Entonces aún te podían dar con la regla en los dedos o ponerte de rodillas. Y si le decías a tu padre que te habían dado una colleja lo normal sería recibir otra. Y aún así no saliamos traumatizados.
Pero no éramos ingenuos ante las cosas malas de la vida. Supimos lo que era la delincuencia con El Torete (trilogía de Perros Callejeros) o Tomás Manzano (Navajeros, El Pico). Supimos que el terrorismo de ETA no era un movimiento antifranquista cuando un coche bomba en Hipercor masacró 21 personas, el asesinato de Yoyes ante su hijo o las imágenes de Irene Villa y su madre. Y algunos hasta hemos pasado por la experiencia e perder a amigos por sobredosis.
Nuestra generación no se ha emocionado y babeado con el Libro Rojo de Mao (¿habeis intentado leerlo?) ni opinado que los purgados por Stalin algo habrían hecho. Como tampoco hemos llevado camisa azul o levantado el brazo (como alguno que luego se recicló en stalinista). No hemos quemado iglesias, ni matado a los vecinos por ser de otra ideología, ni hemos formado en pelotones de fusilamiento al amanecer.
Nuestra generación ya pudo libremente hablar de sexo en pandillas en las que había chicos y chicas, con naturalidad y sin que llovieran bofetadas. No teníamos películas porno en televisión, así que supongo que por eso programas como "Ay, qué calor" o el desnudo de Marta Sánchez en Interviu nos enganchaban. Y no digamos cuando el macarra de clase llevaba una revista guarra clandestinamente y nos la pasábamos mientras llegaba el profesor. Ahora pienso que la prueba de que nuestra generación ya había superado traumas me la aportó un día en que una de esas revistas fue descubierta por mi tutora y, ésta, en lugar de clamar por los fuegos del infierno se limitó a decir que las había visto mejores y ni la confiscó.
En 1990 nos manifestamos contra la Guerra del Golfo y eso hizo una presión efectiva para que no se enviaran tropas de tierra al escenario (como se supo luego, el plan estaba hecho).
Todavía conocimos playas sin hormigón en Alicante, nos enteramos de que era eso de la colza, vimos campos sembrados de cadáveres en la Guerra Irán_Irak.
Nos emocionábamos cuando Rambo sacaba el cuchillo y lo más de lo más era Comando con Arnie y su tubería.
Leímos a los autores de novelas de aventuras. Hoy los jóvenes no saben quien era Julio Verne, Salgari, Karl May o Jack London. Ni siquiera Agatha Christie o Conan Doyle.
Estoy escribiendo y me están entrando dudas de lo que estoy haciendo. Lo dejo.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Saludos
Me encuentro en no muy buen estado anímico. Veremos si volcar paranoias ayuda.

Sigo donde lo dejé.

Nosotros fuimos la generación que descubrió el vídeo, que entonces tenía tres sistemas. Supimos lo que era reunirse con el único de la pandilla que lo tenía en su casa, tras alquilar algún título mítico, desde Cocodrilo Dundee a Los complejos sexuales de Virginia (¿porno?, se entiende.
Y así matamos, sin enterarnos, a los cines de verano. En cuanto tenías magnetoscopio en casa repasabas las que habias ido a ver al cine. Al año siguiente ya repasabas en pantalla grande lo visto en casa.
Por cierto hoy los videoclubs están en serio peligro de extinción ante las cadenas digitales e internet. Supongo que es la selección natural.
Y ya que lo he citado, qué decir de lo que suponía descubrir tu primera película porno, clandestinamente, en casa de algún amigo, o en el salón de la tuya gracias a un préstamo. Una oreja siempre presta a escuchar la llegada de tus padres o hermanos y esconder la cinta en algún lugar. Si señor, en más de un videoclub se alquilaban a menores. Y desde luego no salimos traumatizados, sino todo lo contrario.
De todos modos lo anterior no era fácil. Lo que si que no revestía problema alguno era el cine de acción brutal y sangrienta. Alguien se ha molestado en contar los muertos de Chuck Norris, Stallone, Arnold o Lundgren, que fueron los pioneros (Harri el Sucio es otra cosa) en alguna película. Imagino que lo habrá pasado mal ya que en esos tiroteos en que caían mas malos que balas hay en el cargador no era fácil llevar recuento.
Lo mas era Vandamme tumbando una palmera a patadas, cosa que luego intentabas en noches de jarana y lo dejabas al primer golpe. Qué leches en realidad dábamos con la planta del pie, jamás con la espinilla desnuda.
Adorábamos ver matar a la gente en pantalla. La película de James Bond que menos me gustó es aquella en la que el agente sólo se cargaba un malo. Y no solo matar sino torturar, despedazar o arrasar. Ciertamente casi ninguno surgió convertido en un asesino en serie o un terrorista, pero hoy da qué pensar.
Y luego alguno reflexionó sobre aquellos productos de la era Reagan y descubrió su pestilente mensaje, que se resume en que los estadounidenses son los mejores y los únicos decentes del mundo mundial y que siempre tienen derecho a emplear la violencia expeditiva cuando les convenga. El resto son razas inferiores y corruptas donde sólo se salva la chica que se enamore del héroe, siempre que sea recatada de lo contarrio una vulgar fulana, o el maestro que le enseñe los secretos milenarios para machacar al campeón local. También aprendías a desconfiar de todo el mundo. Al final pensabas que al abrir la puerta tus seres queridos estarían asesinados. Por eso hoy creo que realmente las películas de Michael Moore son valiosas.
Luego estaban las de terror. Hoy Fredie Kruger prece inofensivo pero entonces realmente nos hacía tener pesadillas. Todavía los efectos especiales eran artesanales pero nos parecían sublimes. Los jóvenes de hoy en día ven cintas clásicas como La noche de los muertos vivientes de Romero (la de 1967 o por ahí) y no son capaces de apreciar lo que significó rodar un clásico con cuatro duros, sólo esperan efectos digitales.