24 noviembre 2005

...y todo es vanidad

Si me obligarais a nombrar una mujer rara en la cama,
pondría, acaso, como ejemplo a la perversa Leonor,

sólo la excita lo textil, lo más sedoso de la gama:
rasos, satenes, terciopelos ... lo mejor de lo mejor.

Javier Krahe en La perversa Leonor


Alguien lo tenía que decir y va a ser aquí. Detrás de esa imagen de crápula impenitente, de cuidada senectud gamberra, Javier Krahe guarda una cara oculta. Una intensa labor de investigación, unida a la casualidad, nos permitió recopilar toda la información necesaria.

Nuestras aventuras comienzan a media mañana del sábado 19 de noviembre, almuerzo reparador en La Salvadora: caña, ensaladilla, longaniza y pan. Unos taburetes más allá percatamos la presencia de un señor muy entrado en canas, alto y elegante. Efectivamente era Krahe y ¿qué hacía?: tomarse un agua mineral. Uno puede pensar que era para mitigar la resaca, pero no, el tío acompañaba tan frugal refrigerio con la lectura de El País y... agarrate, llega a la página de pasatiempos y se dedica a hacer el Songoku ese... y no lo hacía mal, no paraba de poner numericos en los casilleros. Llega el resto de componentes del grupo (después sabríamos que eran el técnico de sonido, el guitarra y el violenchelista), ellos sí, con peor cara. Javier aprovecha el momento para echar una mirada a las fotos expuestas en la pared de La Salvadora: Raúl Sender, Moncho Borrajo, Celtas Cortos y muchos toreros. Krahe no se lo piensa: ¡Ei, chavales, nos vamos a dar una vuelta!.

No sólo madruga, se toma un agua, lee el periódico y hace un pasatiempo, sino que anima a todos a dar una vueltecica. ¿Qué ha sido de aquellos músicos que destrozaban habitaciones de hoteles y morían ahogados en su propio vómito?.

Después de la aventura del castillo (ver post anterior), nos tomamos un cafetico en el Wary Nessy y allí nos encontramos de nuevo a Krahe. La naturaleza cotilla nos anima a investigar qué se pide de postre. Esperábamos café, copa y puro, en particular algún guiscajo potente y un caliqueño. Pues no, cortado con la leche fría. Así que no nos quedó más remedio, en cuanto salió del comedor le abordamos de buenas maneras y le pedimos una firma (la de aquí arriba). Nos la dedica amablemente y una foto también. Eso sí, nos pinta una botella de licor con tres vasos y un deseo: ¡Salud!. Hay que cuidar la fama.

El concierto de la noche (22:30, tras el recital del Barça) fue lo esperado, incluso mejor. Un Krahe en estado de gracia, como ya hace muchos años, con un espectáculo entre el concierto y el monólogo humorístico. Tremendamente divertido, la media sonrisa no se borra en las dos horas y la carcajada se escapa a menudo. Manuel Vicent dijo de Javier Krahe que canta con un sello propio, melancólico por fuera y riendo por dentro. Es un maduro joven que nos hace jóvenes maduros, según escribió Javier Rioyo.

Felicidades a Krahe por mantenerse así después de tanto tiempo, gracias a la Kakv por traerlo (por cierto el Salón de Actos se llenó a reventar).
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1 comentario:

Anónimo dijo...

No es el mismo que vi despues del concierto. Pedí un autografo en un papel que no era de su agrado y no se dignó a firmarlo. Su representante que iba detrás me comenta que no haga caso y que cuando se beba dos copas se lo vuelva a pedir.
Vergüenza ajena.