06 enero 2006

Francisco Montilla, maestro armero

Algunos conocerán mi vinculación con el Concejal de Bienestar Social y su trabajo, pero de igual manera muchos más sabrán que Francisco Montilla no necesita de ningún escudero que le defienda, el sabe hacerlo solito y, además, bastante bien. Así que tómese el presente comentario como una muestra de indignación y perplejidad más que como un intento de capote amigo.

La redacciones de los distintos medios de comunicación de Villena recibieron el pasado miércoles la airada carta de Justo García, socio y candidato a la presidencia de la Unión Democrática de Pensionistas. En ella recrimina públicamente la intención del Concejal de Bienestar Social de propiciar una candidatura única en las próximas elecciones de la UDP y desliza calificativos como partidario y falto de talante. No es eso lo que muchos otros hemos visto.

Hace dos años, en agosto de 2004, asistí a la Asamblea Extraordinaria que la UDP celebraba en el Salón de Actos de la Casa de Cultura. Nunca lo olvidaré. Los insultos que allí se lanzaron harían palidecer al más marrullero. Sí señor, entre gritos y abucheos personas hechas y derechas no tenían pudor en poner en duda el honor familiar del otro, así como el valor de la palabra y la honra del adversario. Un espectáculo bochornoso.

Después de aquello en diversas ocasiones he visto como a Montilla lo paraban por la calle señores de uno y otro bando para así trasmitirle sus quejas como si del mismísimo maestro armero se tratara. Igualmente me ha sorprendido la facilidad con la que familias enteras han tomado partido en el tema. Así el problema se elevaba al nivel de odio atávico: ser de uno u otro bando significaba elegir entre tirios y troyanos. Sólo se resolvería en justa batalla y con la eliminación del enemigo.

Esto último siempre ha sido lo más extraño: si el problema eran determinadas irregularidades económicas se trataría más bien un asunto judicial o, cuando menos, resoluble con una auditoria independiente. Pues no, lo que se quería además de la cabeza del presidente era hacerse con su cargo.

El problema pasaba así de lo contable a lo personal, incluso a lo familiar. Es posible que alguno ni siquiera recuerde cómo empezó el asunto y sólo tenga en mente el último insulto recibido. Mientras tanto la asociación ha ido fragmentándose y sus socios se han desengañado de uno y otro sector.

En todo este tiempo Montilla ha tenido que ejercer como la necesaria figura mediadora que esta agrupación ha necesitado. Durante estos meses ha hablado con ambas partes, ha propuesto soluciones y ha intentado, ahora veo que con infructuoso resultado, que la dirección provincial de la UDP resolviera el problema.

La última solución que ha propuesto el concejal me parece correcta y se corresponde con la aplaudida intervención que cerró la tumultuosa asamblea de agosto de 2004. Allí un socio propuso que ni unos ni otros: lo necesario era elegir una nueva dirección renovada que por encima de todo trabajara por el interés colectivo y la concordia entre pensionistas.

Ese ha sido el planteamiento de Montilla, que lejos de una maniobra subrepticia lo que propuso a Justo García es firmar un documento de compromiso para que de estas elecciones resultase una directiva equilibrada y de consenso. Menuda maniobra secreta: un documento firmado, ¡nada menos que por el Concejal de Bienestar Social y la Alcaldesa!, que iba a servir también de nota informativa para el resto de socios. Sinceramente no entiendo muy bien lo que quiere denunciar este señor, lo que sí que tengo claro que no parece la persona conciliadora requiere el conflicto.

De todas formas así el asunto vuelve a estar en manos de quienes deberían haberlo resuelto en todo momento: los propios socios de la UDP. Espero que entiendan que por su bien común más les vale elegir una dirección con ánimo moderador que se proponga pacificar una agrupación que desde hace dos años se desenvuelve de gresca en gresca. Sólo así nuestros mayores darán el ejemplo que se les supone, bastante alejado de las rabietas de chiquillos maleducados.

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