28 abril 2007

Teatro Delusio: sobran las palabras

Cosa rara la que vimos el viernes en el Teatro Chapí: actores que no hablan, máscaras que se emocionan, teatro con dos aberturas,… La obra de la familia Floz impresionó por su despliegue técnico, pero también por sus posibilidades a medio gas.

Cayó fuerte esa tarde, pero ni la lluvia ni el granizo amilanaron a los tres centenares de aficionados que se dieron cita para ver “Teatro Delusio”, un montaje de estética audaz y ambiciosa. Según explican ellos mismos, los proyectos de la compañía “Familie Flöz” no arrancan de una base textual, si no que lo que les preocupa inicialmente es “la modulación de figuras y situaciones teatrales”.

Así se entiende el arduo trabajo artesano necesario para elaborar las máscaras que ocultan el rostro del actor y traspasan su personalidad, al igual que el esfuerzo depositado en el suntuoso vestuario y atrezzo, donde hay cabida para espadas mosqueteras, pelucones barrocos y trajes de buena hechura. Pero aún a pesar de esta riqueza de materiales, la razón principal de esta compañía y sus montajes es la carencia. Carencia de rostros humanos pero también ausencia de diálogos e incluso de historia narrada: no se oye una voz en todo el espectáculo y, yendo más allá, al principio de la obra no se emite ningún tipo de sonido.

Podemos decir entonces que hay mucho cartón pero poca trampa, ya que todos los trucos y movimientos son evidentes, haciéndonos sentir con ello que también estamos participando
del montaje. A esa sensación contribuye la atinada escenografía (las bambalinas de un teatro), de manera que vivimos los avatares de un grupo de tramoyistas a lo largo de diversas representaciones.

Con la mímica y el teatro gestual, “Teatro Delusio” es capaz de transmitir sentimientos de una manera tan viva que parece reblandecerse el cartón y surgen muecas y expresiones, al tiempo que nos imaginamos un público tras el telón o escuchamos las conversaciones que en verdad nunca llegan a pronunciarse. Difícilmente puede alcanzarse mayor destreza técnica haciendo este tipo de representación.

Sin embargo el servicio a la estética, que va desde el corte de los vestidos a la pertinente banda sonora, va en demerito de la historia a contar. El espectáculo de la Familia Flöz se adentra a lo largo de hora y media en diversos géneros, que van desde el musical, el ballet o el canto lírico, hasta un emocionante duelo de espadachines; sin embargo la narración avanza a trompicones, de forma que se convierte en una sucesión de sketchs y escenas, sin que se advierta el auténtico hilo conductor.

Es más, hay también momentos para el lirismo, incluso el absurdo, lo que tiene el indudable valor de la sorpresa pero redunda en la indefinición del conjunto. Quizás esas rarezas e incongruencias sean lo que más repercusión puede causar, no en vano se trata de una espectáculo de estética infantil que en ocasiones cuenta bobadas, pero no puede calificarse de obra para menores puesto que sólo adultos con algo de ingenuidad pueden saborearla.

De todo ello se concluye que el tino de algunos momentos de la representación, especialmente en la larga y aplaudida despedida, hubiera podido hilvanarse mejor y que la sensación apesadumbrada no se debe sólo al tono elegido para el montaje, sino a una idea que todavía puede dar más de si.

1 comentario:

Thiago dijo...

Olasss, he visto la obra en Madrid y me ha encantado. Yo he hecho un post y he tomado prestada tu foto, con un enlace a tu post, que no había querido leer hasta ahora para no mediatizarme.

Bueno, tu critica es mas digamos "entendida" que la mia, claro, yo solo soy un aficionadillo. jajaja.

En fin, un bezo. Me ha encantado leerte a posteriori y asi darme cuenta de mis propias limitaciones.