24 noviembre 2006

Cruasanes en el nombre del cerdo

A leer se ha dicho. Comenzamos esta semana a recomendar literatura, que falta hace y nos atrevemos con todo. En esta primera ocasión nos decantamos por eso que algunos llaman “comedia inteligente” y que, en definitiva, son perfectos ejercicios literarios destinados al gozo del lector.

La semana pasada nos reunimos unos cuantos, bastantes, en el sótano de la Casa de Cultura a filosofar (entiéndase el verbo en el sentido villenero, que lo tiene) sobre cultura y otras yerbas. Lo hacíamos tomando como base ese libro que ya hemos cacareado demasiadas veces: “Rebelarse vende” de los canadienses Heather y Potter. Andrés Leal, iconoclasta el muchacho, desaconsejó su lectura. Yo, diletante de estos temas, les recomiendo la compra y lectura, que no está la cosa como para desdeñar escritos que abran el apetito… y si no se lo quieren comprar, pídanselo al bueno de Andrés.

Vuelvo de nuevo al tema del libro porque hemos convenido el director de este medio y el abajo firmante que no haríamos mal recomendando alguna lectura para el fin de semana, algún relato o publicación varia que nos aleje de este mundo surcado de trasvases, centros de ocio y actos festeros… o incluso que nos acerque a estos temas con más conocimiento y sosiego, que va haciendo falta.

Así que asumimos el reto y aceptamos sugerencias, con dos pretendidas premisas: los libros que recomendamos habrán sido leídos por los proponentes o, al menos, tendremos tanta gana de hincarle el diente que (si nos fiamos de otros productos del mismo cocinero) justifiquemos así no esperar a degustarlo. Esto último viene motivado por el bendito mundo editorial de este país, que imposibilita que les recomendemos sin fecha de caducidad cualquier cosa publicada, digamos, que hace un par de años. Veinticuatro meses son suficientes para que cualquier agregado de folios pase de escaparate de la Fnac a la librería de viejo, así que trataremos de juntar ambas cosas: lo leído con lo que es posible leer. Esta semana comenzamos con tres libros, pero que al final quedan en uno. No se asusten.

Tres en uno

Hace un lustro dos novelas se batieron el cobre en las listas de ventas: “Soldados de Salamina”, de Javier Cercas, y “Lo mejor que le puede pasar a un cruasán”, escrito por Pablo Tusset. Aunque las dos han terminado en la gran pantalla, lo cierto es que Cercas se llevó el gato al agua. Aquella historia a caballo entre la guerra civil y el momento actual, entre la leyenda y la vivencia real, totalmente cruzada por personajes fronterizos, fue el merecido best-seller del año. Cierto que a mi no me llevó tan lejos como a otros, pero ya saben ustedes que si se trata de historia a mi lo que me pone es el libro académico.

Algo menos de repercusión tuvo “Lo mejor que le puede pasar a un cruasán”, pero aquella faja en la que el tristemente desaparecido Manuel Vázquez Montalbán lo recomendaba elogiosamente, hacía presumir lo que luego se hace realidad: el libro de Tusset es una de esas comedias desternillantes que hacen época. A lo largo de las páginas sucede una peripecia rotunda, un encadenamiento de sucesos perfectamente hilados por la lógica literaria, personajes algo caricaturescos pero verosímiles, situaciones guasonas y, para que no faltase de nada, una agudeza tronchante. Gozo ininterrumpido de cabo a rabo.

“Lo mejor…” es la verdadera recomendación de esta semana, cierto que ya tiene cinco años, pero se ha editado en distintos formatos y sigue siendo asequible conseguirla en tamaño bolsillo: busquen en uno de esos expositores rotatorios o en la Biblioteca Pública, que no es cosa sólo de niños, como a veces parece. La otra recomendación, la actual, es el segundo relato de Pablo Tusset “En el nombre del cerdo”, una intriga que pretende aprovechar los recursos y el tirón del cruasán. Eso sí, sin llegar a conseguirlo del todo.

A primera vista, “En el nombre del cerdo” es una novela policíaca. Como mandan los cánones del género, el libro comienza con un cadáver. En las instalaciones del matadero industrial de cerdos Uni-Pork, en San Juan del Horlá, aparece el cuerpo despedazado de una mujer de unos 65 años entre cuyos labios se encuentra una nota con la leyenda "en el nombre del cerdo". Hasta allí se dirigen el comisario principal Pujol, que está a punto de jubilarse, desde una ciudad que no se menciona pero se parece, y mucho, a Barcelona. Comienzan las pesquisas para descubrir al asesino.

El nuevo libro no ha entusiasmado a la crítica ni a los seguidores que esperaban una reedición del primer acierto, pero de nuevo se puede apreciar que Tusset sabe aliñar perfectamente un relato con su personalísima agudeza verbal, capaz de hacer cantar el idioma con la intención de hacernos pasar un buen rato y que, si Pablo sigue así, podrá generar una estética que hará escuela en años venideros. Estén atentos… y de paso díganme si les ha gustado.

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