La cafetería de la Casa de Cultura volvió a acoger una velada de café-teatro. En esta nueva ocasión el grupo Polichinela llenó todas las localidades disponibles congregando a familiares y amigos para degustar un menú tradicional y de gusto conocido.
La del sábado por la noche fue una nueva ocasión para lanzar ilusiones y pasar un buen rato, algo que actores y público compartieron. La dirección de Juan Vicente Solera planteó una representación familiar llena de guiños cariñosos a los presentes.
Mantuvo toda la gala un joven presentador, Sergio Domene, que presentó con desparpajo cada uno de los platos. El primero correspondió a un actor bastante más veterano, Rafael Valdés, que se preparó convenientemente una intervención de un señor, Primitivo, al que le toca la primitiva. Chascarrillos, gracietas y una jota maña acompañaron un sketch que los presentes rieron en numerosas ocasiones.
Lo mismo sucedió con el primer plato principal, el “Aprendiz de papá” interpretado por Sara Carrasco y Alfonso Gandía, una historia de progenitores primerizos en los que, como cabía esperar, el peor parado suele ser el muñeco que asemeja criatura. Equívocos y la consabida incapacidad del género masculino para ocuparse de un crío. Vamos, lo mismo que hace lustros, quizás por eso el sábado era también el Día por la Erradicación de la Violencia de Género.
Eso sí, el acabose llegó con “Floro el Florista”, interpretado por José Ramón Morales. Efectivamente, lo hizo muy bien. Le salió tremenda la loca con pluma, la reina florista: labios pintados, mano tonta, andares sinuosos, femenino en primera persona,… lo de siempre. Reírse del mariquita, como parecía que ya sólo tenían valor de hacerlo Arévalo y Pajares.
Como ven, una auténtica vuelta al vodevil castizo, eso sí, intercalando el humor cándido, casi blanco, de las presentaciones, con barbaridades contra el discurso correcto, al que visto lo del sábado noche yo me vuelvo a apuntar, que no está todo hecho.
Después de hora y media de espectáculo tuve que irme, así que de castigo me quedé sin postre, preparado por Virtu Valdés y Juan Vicente Solera, y ya no digamos el Café y la Copa, que corrieron a cargo de Mariam Férriz, Juan Beltrán, Javi Valdés y Raúl Pont. Lo que me cuentan es que las risas fueron todavía mayores que en el menú principal. Estoy seguro.
Así que reiteramos los valores supremos de estas veladas: foguear ilusiones y comenzar el rodaje en tablas, pero desde luego parece incongruente preparar representaciones con gracietas marchitas y esperar que asista un público que vaya más allá del compañerismo o la familiaridad.
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