Partirse la caja mientras el coco da alguna vuelta es lo que, de nuevo, han conseguido Rulo Pardo y Santiago Molero. El Chapí acogió el sábado el nuevo montaje de Sexpeare: la venta al detall de sus hilarantes propuestas.
Los presentes nos lo pasamos pipa: dieciséis personajes para dos actores y seis historias para una sola es un número de equilibrio que el villenense Rulo Pardo y Santiago Molero supieron mantener como en un circo americano: múltiples pistas de espectáculo continuo.
Un cantante que intenta hacerse hueco en sus breves actuaciones en el tiempo que le permiten los partidos de fútbol televisado, un carnicero que tras el fallecimiento de su mujer se enamora de una longaniza, un imitador de Elvis cuyas fechorías son investigadas por un rudo sheriff, un macarra al que ha abandonado su novia tras comprarse una casa en la que afirma estar “de puta madre” y una curtida mujer del oeste, a lo Escarlata O’Hara, que espera en su rancho a que su marido vuelva, son los cinco capítulos que se concretan en uno: esa historia de metateatro en la que Rulo y Santiago, junto a una voz en off, plantean la razón de su espectáculo, ese que se ofertaba en taquilla.
Así los Sexpeare hablaban de amistad, amor, las experiencias vitales y la charcutería, al tiempo que el ritmo se mantenía frenético, cuajado de desparrame, sinvergonzonería y surrealismo. Además su propuesta jugaba continuamente con la complicidad del público, reiterando guiños humorísticos y hasta puyitas locales. Los dos actores fueron enredando continuamente al público con el lenguaje y los personajes ofreciendo así historias y personajes recurrentes, de manera que todo podría quedar en una vuelta de tuerca, algo tarambana, de cosas vistas. Pero no, las historias de “For Sale” son la vía para hablar de lo que espera el público y lo que desea alcanzar los autores e intérpretes con su montaje.
Rulo y Santiago salieron triunfantes de ese delirio cómico que levanta una obra a fuerza de sus personajes, proponiendo preguntas sobre la credibilidad del teatro usual, los géneros escénicos y la predisposición de los espectadores hacia lo convencional. No obstante, tampoco quedaban claras esas segundas intenciones, por lo que es probable que otros no hagan la misma lectura.
Precisamente ese es el valor fundamental de la propuesta de Sexpeare: quien quiera quedarse sólo con la comedia habrá pasado hora y media de lo más a gustito, mientras que otros también se irán para casa o el bar con nuevas ideas a las que darle vueltas e, incluso, echarse unas risas.
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