27 octubre 2006

Prefiero candidatos feos

Si me preguntasen cómo deseo que sean las candidaturas para las próximas elecciones respondería que integradas por gentes capaces de analizar finamente la realidad, fieles proponedores de soluciones y hábiles conseguidores de acuerdos. Ah, puestos a soñar, que no sean un Adonis o una poderosa Afrodita.

En el oasis catalán se viven días de campaña, allí los partidos afinan estrategias y cambios de imagen. Quizás el candidato que más tiene que trabajar es Montilla (José, que no Paco): se le conoce poco y habla menos. Es un tío que ni fú ni fá y poca cosa le define. Es charnego pero parla català, es de origen cordobés pero buen alcalde de Cornellá, fue ministro de industria española pero ejerció como embajador de la Generalitat.

Con esta amalgama los gabinetes de comunicación tratan de hacer del defecto virtud: parco en palabras es el tío reflexivo, desconocimiento de su labor es el callado preámbulo de los éxitos, carecer de entusiastas seguidores es síntoma de independencia,… Compromís, gestió, experiència i feina: Montilla.

Dirán que lo tiene difícil para ofrecer su perfil bueno, pero es que se le exige demasiado. Demasiédemasié para lo que sería deseable. Queremos que los candidatos sean carismáticos, elocuentes, resolutivos, conciliadores, sinceros, altos y guapos. Desde luego eso no es un ser humano, es un Mesías salvador y además arrastra dos problemas democráticos: confía todo en una sola persona (algo indeseable que ya pasó en tiempos no muy lejanos) y además siempre se piensa en un hombre. Al final volveré sobre las candidatas.

La importancia de la imagen

Sobre estas cosas leía palabras sarcásticas a Vicente Verdú. El ilicitano se refería a la importancia política de la mata de pelo: “desde Eisenhower, no ha habido en Estados Unidos un presidente calvo, y a quien mostró entradas pronunciadas le fue también bastante mal. FordCarter son ejemplos de líderes norteamericanos que ensombrecieron al país y sólo la llegada del melenudo Ronald Reagan enderezó la marcha de las cosas. John Kennedy no disfrutaría de su larga y mítica veneración sin la espectacular onda en el flequillo, y Che Guevara, en su estilo, lo mismo”.

El poder de la imagen suma demasiado en política. Aquello de “por sus hechos los conoceréis” ha quedado sólo en cita bíblica irrelevante ante el poderío mediático. De acuerdo en que es fundamental saber comunicar, también es común que hablar bien en público sea correspondiente en el tú a tú, pero no debe ser el único criterio. Trabajo constante, incluso callado; elevar la voz para anunciar y agradecer, y no tanto para atacar —aunque sea jaleado por “los suyos”— es lo deseable. Más hormiga y menos halcón.

Digo todo esto porque conozco alguna cosa, alguna, sobre las listas que en este pueblo se están fraguando y a mí me resultan bastante atractivas por renovadas y competentes, aunque seguro defraudarán a más de uno que espera un duelo fratricida de primeras vedettes ante los micrófonos y las cámaras.

Se trata de candidaturas algo feuchas para el circo mediático que, sin duda, desearía personalidades más deslumbrantes. Es más, estoy seguro que algunos se sentirán defraudados al saber que durante los próximos cuatro años una mujer tranquila será la primera autoridad de nuestra ciudad, que estas serán unas elecciones de transición y que Andrés Martínez no será el candidato del PP, aún a pesar de que los populares valencianos hayan encargado esa encuesta que por teléfono insiste en darnos a elegir entre Celia y él mismo. El presidente de los regantes reitera que no es este el momento ni las circunstancias.


PD. Dato para observadores: el que va lanzado también puede pasarse de vueltas y quemar el motor antes de llegar a la meta. Incluso es posible que más bien sea probador en los entrenamientos y no tanto piloto oficial.

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