Si me obligarais a nombrar una mujer rara en la cama,
pondría, acaso, como ejemplo a la perversa Leonor,
sólo la excita lo textil, lo más sedoso de la gama:
rasos, satenes, terciopelos ... lo mejor de lo mejor.Javier Krahe en
La perversa LeonorAlguien lo tenía que decir y va a ser aquí. Detrás de esa imagen de
crápula impenitente, de cuidada
senectud gamberra, Javier Krahe guarda una cara oculta. Una intensa labor de investigación, unida a la casualidad, nos permitió recopilar toda la información necesaria.
Nuestras aventuras comienzan a media mañana del sábado 19 de noviembre,
almuerzo reparador en
La Salvadora: caña, ensaladilla, longaniza y pan. Unos taburetes más allá percatamos la presencia de un señor muy entrado en canas, alto y elegante. Efectivamente era Krahe y ¿qué hacía?: tomarse un
agua mineral. Uno puede pensar que era para mitigar la resaca, pero no, el tío acompañaba tan frugal refrigerio con la lectura de
El País y... agarrate, llega a la página de pasatiempos y se dedica a hacer el
Songoku ese... y no lo hacía mal, no paraba de poner numericos en los casilleros. Llega el resto de componentes del grupo (después sabríamos que eran el técnico de sonido, el guitarra y el violenchelista), ellos sí, con
peor cara. Javier aprovecha el momento para echar una mirada a las fotos expuestas en la pared de
La Salvadora:
Raúl Sender,
Moncho Borrajo,
Celtas Cortos y muchos
toreros. Krahe no se lo piensa: ¡Ei, chavales, nos vamos a dar una vuelta!.
No sólo madruga, se toma un agua, lee el periódico y hace un pasatiempo, sino que anima a todos a dar una
vueltecica. ¿Qué ha sido de aquellos músicos que
destrozaban habitaciones de hoteles y morían
ahogados en su propio vómito?.
Después de la aventura del
castillo (ver post anterior), nos tomamos un cafetico en el
Wary Nessy y allí nos encontramos de nuevo a Krahe. La naturaleza cotilla nos anima a investigar qué se pide de postre. Esperábamos
café, copa y puro, en particular algún guiscajo potente y un caliqueño. Pues no, cortado con la leche fría. Así que no nos quedó más remedio, en cuanto salió del comedor le abordamos de
buenas maneras y le pedimos una
firma (la de aquí arriba). Nos la dedica amablemente y una
foto también. Eso sí, nos pinta una botella de licor con tres vasos y un deseo:
¡Salud!. Hay que cuidar la fama.
El concierto de la noche (22:30, tras el recital del Barça) fue lo esperado, incluso
mejor. Un Krahe en estado de gracia, como ya hace muchos años, con un
espectáculo entre el concierto y el monólogo humorístico. Tremendamente
divertido, la media
sonrisa no se borra en las dos horas y la
carcajada se escapa a menudo.
Manuel Vicent dijo de Javier Krahe que canta con un sello propio,
melancólico por fuera y riendo por dentro. Es un
maduro joven que nos hace jóvenes maduros, según escribió
Javier Rioyo.
Felicidades a Krahe por mantenerse así después de tanto tiempo, gracias a la
Kakv por traerlo (por cierto el Salón de Actos se llenó a reventar).
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