Una charla sintética pero profunda permitió conocer el periodo histórico en el que nuestra ciudad jugó un mayor protagonismo político. Hablar del “Señorío de Villena” es referirse a intrigas y poderes nobiliarios, al tiempo que una naciente monarquía española.
José Fernando Domene, uno de los coordinadores del curso “Pasado y presente de Villena” se deshizo en elogios hacia el ponente de la noche del jueves. Aurelio Petrel, doctor en Historia e investigador especialmente interesado en el estudio de la evolución del Señorío de Villena, desarrolló una ponencia que dio a conocer las principales características de un periodo que, como recordó Domene, suele considerarse como “el pasado glorioso de Villena”.
Luces y sombras acompañan la labor de los distintos regentes que gobernaron estas tierras, pero tanto antes como ahora, son leyendas y adornos legendarios los que sustentan el recuerdo popular. Así, Petrel explicó como la intensa labor literaria de Don Juan Manueltuvo un objetivo muy terrenal: la propaganda política que legitimara la creación de un feudo, casi independiente, que con el tiempo se permitió amenazar a la monarquía castellana.
Linaje Manuel
Serán tres las leyendas que justifiquen las aspiraciones de los Manuel sobre este y otros territorios. Según ellas Alfonso X, rey de Castilla, fue maldito desde el nacimiento hasta su blasfemia final, mientras que el hermano menor, Manuel, aparece como salvador de Castilla y la cristiandad. Manuel es, en definitiva, un afortunado enviado divino que no duda en ligar su blasón al de una mano alada, el mismo signo que todavía aparece en nuestra heráldica.
Pero será su hijo, el mencionado Don Juan Manuel, quien logrará la gran expansión territorial que su padre había conseguido llevar a todo el Vinalopó, de Villena a Elche, en el siglo XIII. El literato aprovechó la rivalidad entre las Coronas de Castilla y Aragón para crear un Estado-bisagra en una de las fronteras entre ambas. Su habilidad política y negociadora, junto con su falta de escrúpulos y remilgos, le valieron un señorío casi soberano, con representación política de las ciudades en Juntas propias y que contaba con unidad de aranceles, medidas homogéneas e incluso un sello de calidad. Es un Estado que goza de Ferias de comercio y que pudo llegar a acuñar su propia moneda. Fue, en suma, prácticamente un reino que no contó con rey ni príncipe puesto que Don Juan Manuel no quiso aceptar este título, ofrecido por Aragón, que le alejaría de sus posesiones castellanas. Fue este el máximo momento de expansión e importancia, eso sí, teniendo en cuenta que Villena no era el centro neurálgico del territorio, sino justo el extremo suroriental.
No es de extrañar, por tanto, la buena imagen que hasta nuestros días guardamos de Don Juan Manuel, personaje al que, nosotros sí, hemos designado como “príncipe”. Fue también mérito suyo repoblar las tierras ganadas al Islam, pero poco pudo hacer para que tan sólo tres años después de su muerte (1348) todo lo ganado se perdiera. La falta (forzada) de descendencia permitió que el territorio volviera a la Corona, de manera que Alfonso de Aragón sería el primer Marqués de Villena, una vez designado ese rango de señorío.
No podrá este nuevo mandatario continuar la obra de su predecesor: las deudas derivadas de desastrosas intervenciones bélicas y el secuestro de sus hijos, forzará la recaudación de impuestos y el descontento de los municipios administrados. A pesar de los anhelos locales de que las tierras del señorío pasen a propiedad Real, no logrará alcanzarse en ese momento puesto que se transformarían en Ducado en manos del infante Enrique de Aragón.
Los Pacheco
Será esta una época convulsa y violenta, en la que se sucederán los enfrentamientos civiles que dirimirán las cuestiones sucesorias. Los enfrentamientos de Juan II y Enrique IV contra diversas amenazas nobiliarias valieron a un nuevo y emergente personaje, Juan Pacheco, hacerse con el Señorío de Villena.
Es Pacheco un personaje imprescindible en el siglo XV español: ambicioso, intrigador e instigador, es un político maquiavélico en época de Maquiavelos. De origen no deslumbrante logrará medrar en la Corte Castellana, al tiempo que se decidió a reconstruir y ampliar el territorio del Señorío. Suyas fueron de nuevo las plazas de Villena, Chinchilla, Albacete y Alarcón, pero también se añadieron las de Alcaraz, Villarrobledo, Jumilla, Requena, etc.
Pero su alineamiento en la cuestión sucesoria tras Enrique IV acabará por alejarle de sus grandes ambiciones. Primero contrario y luego impulsor de la causa de Juana la Beltraneja
Juan Pacheco fue, por tanto, un personaje temido y respetado, pero no querido. Ni por el resto de nobles ni, mucho menos, por los habitantes de los territorios administrados, que se veían sometidos a continuos abusos y cobros injustificados. Antes de su muerte, en 1474, legó su Señorío a su hijo Diego López Pacheco, persona de carácter muy distinto, y que vería rápida y definitivamente mermados sus territorios a manos de los Reyes Católicos.
Asistimos con ello a una dinámica nacional: la irrupción de una monarquía centralizada y poderosa que acabará con las intrigas y rebeldías nobiliarias que habían caracterizado los siglos precedentes. Quedaban así cómo escasos privilegios los otorgados a las ciudades y sus consejos, que paulatinamente irán cediendo ante el poder regio, como definitivamente sucedió tras la Guerra de las Comunidades de 1520.
Es en este punto donde el profesor Petrel detuvo su relato, jalonado de apellidos –Manuel, Pacheco, Mergelina,..—que a los villeneros nos resultan familiares pero que esta charla nos ayudó a situar, al tiempo que nos brinda oportunidad para reflexionar sobre la “gloria” de tiempos pasados en los que Villena no era sinónimo de un ciudad o sus gentes, sino de aquellos que la gobernaban. frente a los apoyos a Isabel la Católica, sufrirán sus descendientes el respaldo equivocado.
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