05 marzo 2007

Móvil: el problema de cambiar de compañía

El Teatro Chapí acogió, sólo una semana después de su estreno nacional, la última producción de Miguel Narros. “Móvil” contó con actores conocidos, en especial María Barranco, y un apartado técnico acertadísimo que aún así no logró gustar como lo han hecho otros.

En tiempos menos confusos, como diría el golpista De Prada, el cine español se repartía entre glorias imperiales y comedias de “teléfono blanco”. Éstas últimas eran entretenimientos protagonizados por la elegante burguesía metropolitana que, lejos de pasar hambre y penalidades, vivía en elegantes apartamentos perfectamente decorados y dónde no sólo aparecía el lujo inalcanzable de la telefonía, sino que lo hacía de la manera más chic: bakelita blanca. Era un cine irreal y de poca enjundia, pero de tan edulcorado creaba la aspiración de llegar a ese tipo de vida.

Hoy en día es mucho más fácil llevar un móvil encima que tener otro fijo en casa, incluso es posible datar las películas por el menguante tamaño del teléfono que usan los protagonistas. Está en nuestras vidas y, al igual que contaba Cortazar en el caso de los relojes, cuando te regalan un móvil te regalan un calabozo de aire, un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atarlo a uno como un bracito desesperado.

“Móvil”, como aquellas películas de la posguerra, cuenta con el beneplácito y apoyo públicos, además de impulsores de buena reputación dentro de la escena teatral de este país. En efecto, la obra que se representó el viernes en el Teatro Chapí viene respaldada por el Centro Dramático Nacional y su director en castellano es toda una institución: Miguel Narros. El texto corresponde a Sergi Bellbel, director del Teatre Nacional de Catalunya desde 2005, y en la primigenia versión catalana estuvo dirigida nada menos que por Lluis Pascual. Buceando por internet sólo se encuentran parabienes para la representación original, cosa que el abajofirmante no puede corroborar por no estar presente en aquello, sin embargo lo evidente es que la versión de Narros, estrenada hace poco más de una semana en Alicante, no parece merecer tanto entusiasmo.

Arranca la historia con dos mujeres, una independiente y decidida (Nuria González) y otra más reflexiva pero con problemas en su matrimonio (María Barranco), que se van de viaje. No se conocen pero coincidirán en el aeropuerto en el que se produce un atentado. Serán después trasladadas a un hotel, lugar al que también acuden dos personas más jóvenes relacionadas con ellas (Marina Sanjosé y Raul Prieto). El teléfono móvil actuará entonces como herramienta propiciatoria de pequeñas historias de amor y celos, de igual manera que puede suceder en nuestra vida cotidiana. Sin embargo no se trata del abordaje de un tema común, como puede ser la democratización de la comunicación sin hilos, sino de la historia de personajes que de nuevo vuelven a englobarse en una clase social elevada y, con ello, distante. Eso sí, existe un elemento revolucionario respecto antaño: ahora las protagonistas también pueden ser mujeres decididas.

Resulta ambicioso el recurso narrativo elegido por Bellbel para contarlo: buena parte de la obra se desarrolla como diálogo fingido. Al igual que cuando hablamos por teléfono y los observadores externos sólo pueden apreciar un monólogo, en “Móvil” debemos imaginar las palabras del interlocutor al tiempo que el montaje indica si nuestra figuración se corresponde con la realidad. Así el riesgo de la técnica es doble: hablar por teléfono, aún siendo móvil, requiere del estatismo, detenerse a hablar, normalmente elevando la voz y, por otro lado, implica que ese monólogo alcance por sí mismo la fuerza de una conversación interesante y sugestiva. Sin embargo, lo visto el viernes no logra alcanzar tanto propósito.

“Móvil” no es una comedia amarga, los caracteres que aparecen son demasiado diáfanos como para suscitar humor, y la posible resolución de la historia se delata demasiado pronto. Tampoco es válida como reflexión acerca de la incomunicación actual: ciertamente vivimos esclavizados por mensajes mínimos y llamadas pendientes del cobro final, pero “Móvil” transita por otros caminos, más dependientes de golpes de efecto y líos de cama. Es así como una obra, que lo tiene todo a su favor, desde la magnífica escenografía a una banda sonora (más bien hilo musical) pertinente, pasando por un elenco de actores conocidos y unos padrinos
excepcionales, se convierte en un intento fallido de hablar de cosas comunes pero importantes.

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