07 marzo 2006

Fútbol y política

Chapas y cromos

Justo Serna y Teresa Carnero

El fútbol, como fenómeno social de masas interclasista es además un poderoso cauce de socialización de personas y de sentimientos. Actúa de válvula de escape de tensiones, pasiones y conflictos personales y colectivos. Además fue y es un poderoso instrumento de nacionalización. La trayectoria del Barcelona, “mucho más que un Club” durante los años cincuenta y las décadas siguientes, previas a la muerte de Franco, ha sido interpretada también y sobre todo en esa dirección. Afianzó la conciencia de Cataluña como especificidad, como nación, que tan empecinadamente el dictador se había esforzado en eliminar desde que finalizara la Guerra Civil. Por otra parte, la identificación —muy probablemente falsa que se hacía durante el franquismo— del Real Madrid con el Régimen es otra de las implicaciones políticas más significativas del fútbol español. En la misma dirección, el carácter amortiguador del balompié con respecto a la falta de politización de la mayoría de los hinchas era un convencimiento intelectual extendido en tiempos de Franco, y en la actualidad suele pensarse algo muy parecido.

Extracto del texto de la conferencia de los historiadores Justo Serna y Teresa Carnero en febrero de 2003 dentro del ciclo “El fútbol o la vida”.

El culé

Artículo de David Gistau publicado en La Razón, 30-01-2004

Ahora no conviene olvidar, habida cuenta de sus complicidades con el secesionismo filo-etarra, que Zapatero es hincha del Barsa. O sea, que ya se le veía venir desde la edad de los cromos. Porque un hombre nacido en Castilla, y más en la época en que Zapatero escogió equipo, sólo podía hacerse del Barsa por dos razones. O porque, vigente en Barcelona la pompa pija de la «gauche-divine», ese invento progre basado en el desprecio a una tierra dura que con Extremadura parió a todos los guerreros de la mitología española, intentaba huir de un destino mesetario. O porque, como tantos españoles avergonzados de sí mismos y de sus blasones históricos en el tardo-franquismo y en la Transición, identificaba al Madrí con España y a España con el franquismo, y por tanto al Barsa con una estética de resistencia a Madrid —a España— que tenía complicidades con San Mamés como ERC las tiene con ETA. Así pues, en los años en que los Clásicos todavía eran política por otros medios —ya no lo son, aunque se empeñe Laporta, necesitado de una causa con la que redimir la incompetencia deportiva—, Zapatero iba siempre con el equipo cuya grada gritaba, y grita, «Puta España». Y claro, se empieza así y se termina metiendo en un coche oficial a Carod-Rovira y defendiéndole contra el Gobierno de España aun cuando ha quedado demostrado, qué importa cómo, que junto al timón de Cataluña estaba sentado nada menos que el hombre que susurra a los asesinos de españoles.

Un castellano que se hace del Barsa es un fugitivo de la identidad española. Esta anécdota deportiva, adaptada a una dimensión intelectual o política, delata la vergüenza de sus propias raíces de la progresía española —y de la izquierda dura, cuya grada cantaba «Viva Rusia y muera España»—, que desde la Transición ha abrazado un pensamiento forjado en la periferia según el cual España es culpable, incluso cuando muere tiroteada en la nuca.

De todo esto proviene el hombre que aspira a que le confíen el destino de España en plena ofensiva secesionista, de la cual su partido es cómplice. Bono, macho, haz algo.

Una salvaje pasión une a muchos políticos españoles

Artículo de Isabel de Dios publicado en El Semanal Digital, 18-02-2006

ZP es culé, Aznar merengue. Rajoy también es del Madrid, pero al igual que Don Manuel, milita en el Deportivo. Pepiño Blanco les lleva la contra también en esto: el Celta de Vigo es su equipo. Felipe González pasaba un poco de estos temas, pero si tenía que decantarse, se quedaba con el Betis.

.

No hay comentarios: