
Florentino se va porque se siente incapaz de domesticar el monstruo que ha creado. Esa es una evidencia que él mismo se ha encargado de confirmar durante una tarde-noche en la que ha escenificado con esmero su largo adiós. Pero, más allá de los previsibles pañuelos del Bernabéu, de la falta de compromiso de unos jugadores irrecuperables, de la fractura rotunda del vestuario o los tres años sin títulos si no se remonta al Arsenal, yacen consideraciones empresariales trascendentales para comprender esta decisión que ha puesto en estado de shock a todo el fútbol español. Más allá del cansancio por aguantar estrellas caprichosas o de la incapacidad que pudiera sentir por enderezar la actitud de aquellos en quienes fundamentó las bases de su modelo de club, los dolores de cabeza de Florentino Pérez se llaman también, y sobre todo, ACS.
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